jueves, 19 de abril de 2012

La hoja de papel


Tengo enfrente una hoja de papel, una lánguida hoja de papel blanca que me mira silenciosamente, burlándose mentalmente de mi mirada, tratando predecir mi próximo movimiento. Y yo allí, mirándola fijamente, a veces con los ojos perdidos en su blancura diáfana, consciente de cada músculo, de cada respiración, esperando que llegue aquella brizna de inspiración que me permita burlarme en la cara de esta blanca hoja de papel. Un segundo pasa y podría describir claramente todo lo que ha pasado a mi alrededor ese segundo: un mosco, o tal vez mosca, no tengo tanto oído, ha descrito una perfecta circunferencia alrededor de mi botella casi vacía de té dietético; la gotera del baño que he pospuesto arreglar me grita y cae en el recipiente que ingeniosamente dispuse para recoger el agua para lavar mis dientes cafecinos por el té; el silencio de la calle de madrugada acompaña al frío que recorre mis huesos instalándose celosamente en las puntas de los dedos, como encontrando el mejor sitio para incomodar mi entera existencia; la nevera comienza otra vez su ciclo de concierto de cinco minutos, con su famosa canción de una sola nota; el piso de mi cuarto cruje como exigiéndome que lo use una vez más, es que él no entiende que los humanos llegamos a una edad en la que no podemos estar todo el tiempo deambulando ociosamente por todo el lugar, tal vez porque entendemos que sólo existe una salida y una entrada. Todo en un solo segundo, y la inquisidora hoja blanca me sigue mirando, riéndose de mis pensamientos, porque estoy seguro de que los oye de la misma forma como un concierto de una sinfónica retumba por todo el teatro. La hoja siempre gana: se burla de lo que escribo y de lo que no escribo, de mis errores ortográficos y de mis titubeos en las palabras difíciles. Pero hoy no me dejo. Voy a empezar a escribir… Tengo en frente una hoja de papel…

Saludos,

Vlogordo

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