Esta es una historia como muchas: un joven que demostraba su talento desde pequeño, en las reuniones familiares, en los eventos del colegio, en la calle con sus amigos. Todos lo conocían por ese talento. Pero a sus padres no les gustaba. Le compraban cosas para que se olvidara de ese talento innato, lo llenaban de regalos, incluso en fechas distintas a las tradicionales. Incluso, le daban regalos los martes, sin ninguna razón. Pero él no dejaba de practicar su don. Sus amigos disfrutaban también de su don, lo buscaban de todas partes, sólo para demostrar lo que sabía. ¿Dónde lo había aprendido? Nadie sabía. Pero era el mejor.
Como a sus padres no les gustaba lo que hacía, lo obligaron a estudiar otra cosa. Él lo hizo sin protestar, porque sabía que era lo que haría feliz a sus padres. Pero no era lo que quería hacer de su vida. Ya sabemos qué quería ser.
Fue el mejor de su universidad, graduándose con honores. No le faltaron las mejores propuestas de trabajo. Escogió la que pensó era la mejor. Siempre cultivó su talento secretamente, y lo perfeccionó en una forma nunca antes vista.
Trabajó en lo que estudió durante 14 años, tal vez muchos si no era lo que realmente lo hacía feliz. Hasta que un día, al levantarse, se dio cuenta de que debía cambiar. Que debía oír a su corazón y hacer lo que quería, lo que su alma le gritaba desde que nació.
Finalmente tomó la decisión, dejó su exitosa carrera de músico y entró a la universidad a hacer lo que siempre quiso en su vida; entró a estudiar Contaduría.
sábado, 28 de septiembre de 2013
El que quería estudiar, lo que quería estudiar
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