viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Fantasías?

Este cuento me lo contaron hace poco. Ocurre en alguna ciudad de Colombia.

Una señora ha criado a su hijo con dedicación y esfuerzo, ya que es madre soltera y su hijo padece un leve retraso mental.

Con mucha dedicación, el hijo ha aprendido a valerse por sí mismo, en las labores más básicas. Por esto, puede quedarse en la casa, mientras ella trabaja en el día en una oficina comercial.

Un día como todos, habiendo dejado a su hijo en la casa, llegó al trabajo a desempeñar sus labores tan bien como siempre.

A la mitad de la mañana, recibe una llamada de su hijo, con una voz susurrante:
- Mamá, hay un gnomo al frente de la casa.

La mamá no sabía qué hacer:
- No mijo (con voz temblorosa). No le ponga cuidado a eso, ¡y no le vaya a abrir a nadie!

Diciendo estas palabras, colgó el teléfono.

Unos minutos más tarde, vuelve a sonar el teléfono. Nuevamente su hijo, con la voz un poco más ansiosa, aún susurrante:
- Mamá, el gnomo está timbrando en la puerta.
- Mijo, no se preocupe. No le pare bolas, ¡y no le vaya a abrir a nadie!

No ocultaba su preocupación, pero no podía asustar a su hijo.

A los dos minutos, vuelve a sonar el teléfono y su hijo al otro lado, con una voz ansiosa y susurrante:
- ¡Voy a atrapar al gnomo, mamá, lo voy a atrapar!

A la mamá se le fue el color y los segundos parecían horas:
- ¡Mijo, no le abra a nadie, que ya voy para allá!

Como pudo salió de la oficina. Recorrió el trayecto reviendo una a una las palabras que había cruzado por teléfono con su hijo, tratando de explicarse lo que estaba pasando.

Cada paso que le permitía acercarse a su casa, era un latido más de ansiedad y una pizca de frío que recorría su cuerpo.

Cuando al fin llegó a su casa, entró con cuidado. Estaba todo desordenado y su corazón casi se salía de su pecho.

De un momento a otro apareció su hijo saltando, feliz porque había logrado su objetivo:
- ¡Atrapé al gnomo! ¡Lo atrapé, mamá, lo atrapé!

Sin saber todavía qué pasaba, la madre angustiada atravesó la cocina y fue hasta el patio de ropas.

Allí, en un rincón encontró el motivo del júbilo de su hijo: una persona de baja estatura, con ropajes verdes y azules, amarrado de pies y manos y con un par de medias en su boca.

Se trataba de un enano que fue contratado por una empresa, para repartir publicidad de casa en casa, disfrazado con los colores de la compañía.

Hasta aquí llega la historia. Siempre la realidad es más interesante que la ficción.

Saludos,

Vlogordo